Por Nicola Stefan y Marcelo Marzouka
Desde el primer día lejos de casa, empezamos a anhelar y pensar en cómo mantener viva la conexión con nuestro lugar de origen y de pertenencia, tanto en el lugar físico al que llegamos a residir, como dentro de nosotros mismos. Así, las comunidades de la diáspora suelen navegar entre la integración a sus nuevos países de residencia y la mantención de una conexión viva con sus lugares de origen. Por esta razón, todos en la diáspora palestina tienen muy presentes las historias de sus familias en Palestina, con las que muchas veces ya perdieron contacto, las historias de la llegada de sus antepasados a sus actuales países y, también, las historias de retorno y contribución hacia su tierra de origen. Particularmente en Chile reside la comunidad de palestinos más grande fuera del Mundo Árabe, que es probablemente la frase más icónica que se escucha acerca los palestinos en Chile. Pero, también, esta comunidad es una de las más antiguas, remontándose hacia fines del siglo XIX.
Nuestro trabajo durante los últimos años con Invest Palestine, fortaleciendo las relaciones entre Palestina y su diáspora a través de negocios e inversiones, ha impactado nuestra perspectiva sobre el nivel de conexiones que ya se habían establecido entre ellos, a medida que conocíamos las miles de historias que ocurrieron y continúan ocurriendo a diario. Estas historias hablan de jóvenes de la diáspora que regresan y ven por primera vez las casas de sus antepasados, o que se encuentran y conocen a familiares que ni siquiera sabían que existían; pero también, historias de aquellos que nunca dejaron de escribir y llamar, que constantemente vuelven a visitar a sus familias, que siguen enviando ayuda y aportando con lo que pueden. Por hasta cinco generaciones, los palestinos en Chile han encontrado formas de conectarse y mantener vivos los puentes, a pesar de todas las barreras, de idioma, distancia, cultura empresarial y, por supuesto, de discriminación y apartheid.
Pero entre todas esas bellas historias, también encontramos historias de decepción y rechazo. Historias de personas que extendieron sus brazos y no encontraron a nadie, que tocaron puertas que se mantuvieron cerradas, y de muchos que contribuyeron y luego descubrieron que lo que habían entregado se había perdido. Con el paso del tiempo, generación tras generación, estas historias negativas también viajaron entre la diáspora y calaron, principalmente, entre aquellos que estaban más lejos de casa y carecían de los medios para conectarse, quienes fueron desarrollando síntomas como miedo al rechazo, falta de fe y desconfianza, mientras que la conexión a casa comenzó a parecer cada vez más lejana, aunque nunca se perdió del todo.
Los primeros palestinos que, junto con sirios y libaneses, llegaron a las Américas desde finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, sufrieron inicialmente el rechazo de estas sociedades, como parte de la imposición global de un paradigma orientalista. Sin embargo, a mediados de la década de 1950, su participación en el comercio y la industria, principalmente textil, era notoria en la sociedad y el mercado chileno. De ahí, muchas familias emprendieron en el sector bancario, y unas décadas después, al retail.
Hoy en día, aunque todavía se escuchan algunas expresiones despectivas, los palestinos en Chile son asociados mayoritariamente a características positivas, como buenos trabajadores, personas orientadas a la familia y anfitriones acogedores.
Así, a lo largo de los años, los chileno-palestinos y los palestinos en Chile trabajaron por todos los medios a su alcance, enviando ayuda, apoyando a comunidades, promoviendo iniciativas en educación o salud. Estos aportes pueden ser fácilmente vistos en Palestina, mientras nuevas solicitudes, ideas y proyectos constantemente llegan a la comunidad palestina en Chile a través de diferentes medios. Y las expectativas sobre aquello siguen creciendo.
Nuestra experiencia con la diáspora palestina en Chile siempre se ha centrado en que se reconecten y contribuyan con Palestina, lo cual es lógico: El palestino en la diáspora, nos atrevemos a decir, anhela su lugar de origen más que cualquier otra diáspora en el mundo. Desafortunadamente, debido a la larga distancia entre Chile y Palestina, los costos y duración de los viajes, las restricciones a la llegada, el idioma perdido después de hasta cinco generaciones, solo un puñado de esta diáspora puede conectarse y tener la oportunidad de contribuir.
Fue desde allí que nos preguntamos qué podemos hacer, o más bien, qué podemos ofrecer a la diáspora para ayudarlos a reconectarse y retribuir. Y la respuesta llegó en múltiples formas, pero con un solo espíritu, a saber, el crear más puentes, eliminando las barreras y utilizando la tecnología, la educación y la experiencia para generar un impacto positivo en Palestina y ayudar a la mayor cantidad de miembros de la diáspora a reconectarse. Con esto en mente, iniciamos Invest Palestine como una empresa de consultoría chileno-palestina dirigida a promover las relaciones entre Palestina y América Latina, a través de la inversión de impacto y el emprendimiento, con el objetivo de facilitar el financiamiento de proyectos y negocios de emprendedores palestinos en Palestina.
Para ello nos propusimos gestionar uno de los mayores obstáculos: mantener la sostenibilidad y continuidad de estas conexiones humanas y empresariales que queríamos potenciar. Por lo tanto, nuestro trabajo se enfoca en conectar personas, construir relaciones para apoyar sus negocios y sostenerlos con inversiones sólidas y estudiadas.
De esta forma, si pensamos en cuánto ha contribuido nuestra diáspora, empezaremos a pensar en cuánto más pueden contribuir aún, lo que nos lleva a un tema de sostenibilidad. Nuestra experiencia pasada como diáspora es la de muchas historias de interacción y colaboración, pero solo unas pocas de impacto continuo, ya que nuestras experiencias han sido desconectadas y, quizás, un poco desestructuradas. En otros términos, nuestras experiencias no han logrado ser sostenibles en el tiempo.
A través de Invest Palestina, los inversionestas tienen la oportunidad de conectarse y construir proyectos con empresarios palestinos, con el fin de desarrollar empresas locales, generar empleo, producir localmente, promover productos que no se encuentran en el mercado palestino, encontrar sustitutos a productos importados, y, en última instancia, crear una red de empresas y fábricas que puedan fortalecer la economía palestina.
Más recientemente, Invest Palestine ha sido parte del Development Impact Bond (DIB) piloto en Palestina, mediante el cual se cumple un objetivo de impacto social a través de inversión privada y el apoyo estratégico y financiero de financiadores globales de resultados.
Por eso creímos en contribuir a un ambiente de apoyo sostenible, de alianzas e inversiones, de proyectos mutuos y empresas conjuntas. Pues ya no podemos pensar en la diáspora solo como una fuente de contribución, la clave para el futuro es pensar cómo podemos permitirnos crecer juntos y usar nuestras pasiones, habilidades y conocimientos para aportar a Palestina.
Este fue nuestro mensaje a la diáspora, contribuyamos, pero a través de alianzas e inversiones, construyendo con nuestras familias en casa, formando nuevos emprendimientos que sean sostenibles, creen empleos, crezcan en el tiempo y se conviertan en fuentes de financiamiento para otros emprendimientos. Y la diáspora no podría haber deseado más que este puente se habilitara. El desafío fue superar la distancia, las diferentes culturas empresariales, tiempos e idiomas, así como romper las viejas historias de desconfianza, creando comunicaciones y aprovechando los mutuos intereses y experiencias.
Por supuesto, este trabajo con la diáspora no puede limitarse a determinadas entidades, ni a determinadas ambiciones u objetivos. En definitiva, hay miles de historias que esperan ser contadas, no solo las grandes historias, donde el impacto se puede medir en una gran instancia, sino que también historias donde cada miembro de la diáspora tiene la oportunidad de contribuir, para contribuir positivamente y mantener viva y continua la conexión con su patria, ya sea a través del arte, la música o la escritura, a través de la labor empresarial o humanitaria, o incluso a través de un simple reencuentro con el lugar de dónde venimos.
Creamos Invest Palestine para construir puentes y proyectos en Palestina, para ayudar a la diáspora a recuperar su confianza y fe, para hacerles saber que vale la pena invertir en su patria. Por ello, creemos en invertir no sólo en ideas de negocios, sino en nuestra gente; no sólo buscando retornos a la inversión, sino también un impacto medible y sostenible; y no sólo para contribuir a nuestra sociedad palestina a recuperarse, sino también para seguir creando más historias palestinas desde la diáspora.
Nicola Stefan es un Ejecutivo de Crecimiento Empresarial y de Inversión de Impacto palestino-chileno, con la misión de empoderar a las PyMEs palestinas, creyendo en el potencial de cada persona y organización en Palestina de convertirse en una historia de éxito exportable al resto del mundo. Nicola es socio gerente de Invest Palestine.
Marcelo Marzouka es un abogado y sociólogo palestino-chileno que ha concentrado su trabajo profesional en contratos de inversión de impacto y procesos internacionales de auditoría y due diligence. Marcelo es socio de Invest Palestine, profesor universitario de Estudios Árabes y ex miembro del directorio de la Comunidad Palestina en Chile.